miércoles, 5 de diciembre de 2012

El vicio de no pensar


Si pudiera ser sincera conmigo misma, no sé... pero me da miedo lo que pueda llegar a descubrir, nada ha sido normal, aunque al fin y al cabo ¿qué es normal? ¿Y por qué tengo que esperar tu reacción para entender la mía? Evadimos tanto todo el tiempo, cada letra es una evasión más, un camino nuevo, desvíos y atajos, las palabras se ofrecen a llevarte a lugares que no duelen o que prometen no tocar la tecla, esa que está dura porque derramaste refresco por andar de glotón y vicioso, la tecnología es simplemente eso, un vicio, como tú ¿lo vieron? Lo dije casi sin darme cuenta, eres algo así como un “bueno probemos” y ahora... hay algo nuevo en todo esto, nuevo, es decir, diferente, y aplicar la palabra “diferente” a una persona es terreno peligroso, a estas horas de la noche lo peligroso se hace tentador y comienzo a escribir, me hago la loca y pongo de excusa la noche y el frío, tu mano en mi espalda... ¿qué dije? Sí tu mano en mi espalda, por razones terapéuticas, sería de mucha ayuda, solo por probar o por llenar el vacío, por llenar el vacío se cae en cualquier clase de vicios, como el internet, como los ojos que no tienen miedo de mirar, y es eso lo que me da miedo de ti. Mejor hablemos de cómo los olmos nunca dan peras, nunca he entendido por qué se empeñan en recordar a los olmos que no pueden dar peras, otros árboles tampoco pueden, que yo sepa las palmeras tampoco dan peras, pero ellas viven tranquilas sin que las metáforas las perturben mientras que los fracasos se esconden en las fachadas del paraíso ...
Bueno, supongo que para llenar el vacío, pura función fática, puro subtexto, puro “no encuentro el problema de mi personaje porque el problema es la escritora” Puro sueño sin dormir.

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